16 junio 2006

Parto Telefónico

Llamada de urgencia

El teléfono sonó insistentemente a las 4.08 de la madrugada en uno de los boxes de la central telefónica del sistema de emergencias de la capital bonaerense, ubicado en la calle 8 entre 46 y 47, y tras levantar el teléfono, el operador escuchó un pedido desesperado: el abuelo pidió una ambulancia porque el sistema de urgencias médicas no le respondía.

El otro extremo de la línea conectaba con una humilde casita de la calle Pilcomayo de Moreno, donde Mariana, una madre adolescente, había empezado el trabajo de parto para dar a luz a su primer hijo. Apenas seis horas antes, en el hospital local a donde había llegado con contracciones, los médicos le habían dicho: «lo mejor va a ser que te vayas a tu casa».

El operador telefónico pidió la asistencia, pero lejos de colgar el teléfono, mantuvo la comunicación y ayudó en todo lo que pudo al hombre que veía como su hija Mariana comenzaba a realizar el trabajo de parto, y su nieto comenzaba a nacer. Las luces y los aullidos de la sirena de la ambulancia no se escucharon en la casita de la calle Pilcomayo durante los 42 minutos que el anónimo operador telefónico y José Coronel -el inminente abuelo-, dialogaron a la distancia.

-Bueno José, escúcheme, fíjese entre las piernas de la señora a ver si alcanza a ver algo.- Con voz pausada pero firme, el operador comenzó la asistencia que daría como resultado el nacimiento de la criatura.

-Si, como que se ve pero no alcanza a salir...- Respondió la voz trémula de José Coronel, desde el otro lado de la línea.
-Bueno, escúcheme. ¿Ya tiene las toallas y el agua lista?


-Si, ya está listo el agua, las toallas, ya está...- El futuro abuelo, ayudado por una voz desconocida se preparaba para la realizar, quizá, la mayor hazaña de su vida: oficiar de partero de su nieto.

-Bueno José, escúcheme que vamos a hacer lo siguiente: Es posible que el bebé empiece a nacer en unos minutos. Lo que usted tiene que hacer es poner su mano entre las piernas de la señora e ir conteniendo la cabeza del bebé para que vaya saliendo muy lentamente.- Con un tono que transmitía seguridad y ternura al mismo tiempo, el operador telefónico continúo:-Yo me voy anticipando, todavía esto no va a pasar, pero le voy a explicar lo que va a tener que hacer si es necesario. Primero tiene que tranquilizarla a ella para que respire hondo y profundo... Mantenga las toallas limpias y secas al lado de ella.

El nacimiento de un nuevo integrante de la familia ya estaba en curso en la casa los Coronel. El padre de la adolescente embarazada, librado al azar por la asistencia médica -antes había llamado al número de ambulancia 107 pero no tuvo respuesta, por lo que su hija le pidió que llamara al 911- ya estaba listo para convertirse en el partero de su nieto.

-Seguramente, si usted empieza a ver que algo empieza a asomar tiene que fijarse que parte del cuerpo es; si es la cabeza o es la cola del bebé... Usted tiene que en todo momento tiene que fijarse entre las piernas de la señora para ver si sale el bebé.- Pausado, paternal, el operador guió todo el tiempo a un inminente abuelo desconcertado que escuchó atentamente, con los gemidos de dolor de su hija como fondo.

-Respirá profundo, Respirá profundo.- Pedía a la chica calmadamente el abuelo.- Algo se alcanza a ver.- Dijo.

-¿De que tamaño es lo que alcanza a ver?

-Menos de cinco centímetros.

-Bueno, escúcheme, es importante que usted se tranquilice José, así podemos tranquilizarla a Mariana. Tenemos que estar tranquilos para ayudarla ¿Me entiende? Si estamos tranquilos y la ayudamos a Mariana va a nacer la criatura ¿Está bien?

-Ahí está, ahí está...- comenzó a gritar José.

-¿Que és? ¿La cabeza o la cola?

-No se ve, no se ve...

-Tranquilicesé, tranquilicesé. Digame qué es: ¿La cabeza o la cola?

-Es la cabeza, es la cabeza...

“Nació, nació”, gritó de golpe José Coronel por el teléfono. De fondo, el llanto cortado y chillón de un bebé daba a entender que todo había terminado de la mejor manera. El nieto nació en las manos de su abuelo.

La ambulancia llegó cuando operador y abuelo se disponían a cortar el cordón umbilical del recién nacido que ya estaba apoyado, boca abajo, sobre el pecho de la joven madre. Los doctores constataron que el parto había sido normal, y que el nuevo integrante de la familia Coronel estaba en perfecto estado de salud.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por suerte salió todo como en las películas.

Lautaro.

José dijo...

Pablo, muy bueno el blog. Te puse un link en el mío

http://veranoplatense.blogspot.com/2006/06/que-nos-pari.html

Nos vemos el viernes en el fóbal.
Un abrazo
José