13 mayo 2008

El tachero amable

Llegar a trabajar un sábado puede depender (por qué no) de la amabilidad de un tachero. Claro, si dependiera de que pase un colectivo de la línea sur del SUT, el trabajador estaría perdido.

Ayer, a las dos menos diez de la tarde, el sol pegaba en la parada de la esquina de 28 y diagonal 74. La espera del colectivo prometía ser agradable, aunque no estaba en condiciones de tomársela con relajo, porque si el colectivo se retrasaba iba a llegar tarde.

A los 15 minutos, no había pasado ningún colectivo. "Mejor empiezo a caminar para avanzar, al menos, unos metros", pensó el pasajero sin ómnibus. Dos cuadras por diagonal para el centro y el colectivo seguía sin aparecer.

Al borde de la resignación, el pasajero sin colectivo tanteó los bolsillos: cinco pesos con setenta y cinco centavos. Lejos de los ocho pesos y monedas que sale el viaje en taxi.

La calentura ya lo hacía bufar y maldecir por lo bajo. Dando pataditas al piso, miró el reloj que marcaba las 14.43. "Si hubiera caminado ya hubiera llegado", pensó.

Cruzó el parque casi corriendo y del otro lado paró un taxi.

-Llevame a diagonal 74 y 10. Pero me bajo cuando sumemos $5.75 porque no tengo más plata. No pasa ni un bondi-, aclaró, por las dudas.

-Si. No viene ninguno. Yo vivo atrás de la parada, vengo de ahi y recién me crucé uno que iba para allá. Y todavía tiene que llegar y entre que vuelve a salir, tenés para un rato-, dijo el tachero. Sin dudas era el mismo Sur que el flaco había visto pasar por la mano de enfrente.

En Plaza Moreno el reloj sumó el dinero de su bolsillo. El tachero se tiró contra el cordón y paró al cliente: "No te bajes", le dijo.

Apagó el reloj y arrancó de nuevo: "Si no freno no puedo apagar el reloj", explicó. "Además, por seis cuadras no te voy a dejar a pata", dijo.

De todas formas, ya llegaba tarde. Pero no se lo dijo.

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