Mató a su esposa y a su hijo de 3 años y luego se suicidó en su casa de Villa Elvira
Era una familia de origen paraguayo. Los encontró el padre de la mujer. Conmoción
Roni Arnando Meza dejó escrita una carta en la que explicaba las razones de una sinrazón, las que lo llevaron a asesinar a su esposa embarazada de dos meses, a su hijo de 3 años y luego, a suicidarse. Ocurrió en una sencilla casa construida en madera del barrio Villa Alba, en Villa Elvira, entre la noche del martes y las primeras horas del miércoles. Pero todo se remonta a algunas semanas antes, cuando la pareja se separó y la mujer comenzó a noviar con un pariente. Celos, la crianza del hijo, la traición, el despecho y un embarazo de otro hombre: algo de todo eso tiene esta historia que terminó en tragedia. El drama estalló ayer a la mañana, cuando el padre de la mujer fue a buscarla y encontró lo inexplicable. La policía entró a la vivienda y retiró tres cadáveres: el de Roni (32), colgaba del techo; el de Lorena Cáceres (24) y el de Jesús (3), estaban en la cama matrimonial, tapados con el acolchado. Los detectives explicaron que el hombre había ahorcado a la mujer y asfixiado al nene antes de matarse. Los quería para siempre con él.
Félix Cáceres llegó poco antes de las
Pero la última noticia que el padre había tenido de su hija era una llamada de su yerno, a las 21 del martes. Desde entonces, ninguno de los dos atendió el teléfono.
En la camioneta de Jorge, su cuñado, Félix llegó ayer a Villa Alba. Todo estaba cerrado: la puerta de la casa con llave y el portón de madera del jardín delantero con candado. A Félix lo distrajo ese candado. "Siempre cierran con un pasador", pensó.
Con un alambre, los dos hombres se las ingeniaron para correr las cortinas de una ventana y husmear dentro de la casa. Pero Jorge reculó de golpe.
"Le miré y le vi con otra cara. '¿Que pasó?', le pregunté. 'Vi un pie', me dijo", contó ayer Félix a Diagonales.
EL CRIMEN. Media hora más tarde el lugar se llenó de policías de la comisaría Decimosexta y los vecinos corrían para curiosear en la casa ubicada delante de un montecito de pinos, en esa calle de tierra que, por la poca circulación, es una huella con la gramilla creciendo en el medio.
Cuando la fiscal Ana Medina arribó a la escena del crimen, dos agentes robustos voltearon la puerta.
Meza Rodríguez se había ahorcado con un cable y tenía las manos atadas. Lorena tenía golpes en la cara y marcas de defensa y en el cuello: había muerto estrangulada. A Jesús lo habían asfixiado con una almohada. Eso fue lo que la vista acostumbrada a ver cadáveres de los detectives de Homicidios, a cargo de Pedro Beltrame, detectaron de inmediato. Anoche, la autopsia intentaba determinar si, además, había restos narcóticos en los cuerpos.
El jefe del Distrito Policial de Villa Elvira, Agustín Vidal, fue de los primeros en llegar. Más tarde contó a este diario que según las primeras pericias, las muertes databan de entre 24 y 48 horas.
El presunto homicida había dejado una carta de su puño y letra, en la que explicaba las razones por las que había asesinado a su esposa y su hijo. La esquila quedó en manos de la fiscal.
La carta no decía mucho. Un investigador contó que sólo "se despedía y decía que tenía problemas con su mujer".
Otro jefe policial contó a este diario que "la mujer estaba embarazada de dos meses". De ese dato sus familiares se desayunaron ayer.
El caso quedó en manos de
FEMICIDIO. Lo que aparentemente ocurrió fue una resolución violenta de un problema de pareja. Una respuesta machista. Un femicidio.
"Ella estaba viviendo con él, pero los viernes, sábados y domingos se iba con el amante, con el primo. Y él decía que no iba a dejar que su hijo se criara con otro hombre. Que él era el padre", explicó Carmen Correa, una amiga de la familia que ayer acompañaba a Félix.
La pareja estaba en crisis. Según el relato de su familia, Lorena había comenzado a noviar con un primo segundo y, ayer, deslizaron la sospecha de que ese hijo que aparentemente esperaba podía no ser de su marido.
"El martes a las 9 de la noche yo recibí una llamada de mi yerno. Me dijo: 'Feli, acá llegó Lorena. Quedate tranquilo que va a dormir acá'. Yo le dije que estaba bien. 'Te aplaudo', le dije, 'porque estás recuperando tu familia'", contó ayer el padre de la mujer.
"Al otro día no fueron a trabajar -siguió Félix. Eso fue el miércoles. Y yo lo llamé pero no contestó nadie. El teléfono sonaba pero no contestaba, ninguno de los dos. Y a la noche, los celulares ya no sonaron más". Esa misma noche fue hasta la casa, pero estaba cerrada y no entró.
El nuevo novio de la mujer también estaba preocupado. Al día siguiente mandó un mensaje de texto a Félix: "Tío, Lidia me dijo que fuiste a la casa de Roni y estaba con candado. Hacé la denuncia", le escribió por mensaje de texto.
Más tarde el hombre insistió. "'Apurate, que este es cosa jodida', me dijo y me pidió que fuera a la casa, a mirar", recordó Félix.
Lo llevó su cuñado. Y miraron por una ventana.
Lorena Cáceres trabajaba como empleada doméstica en una casa de Barrio Jardín. Llevaba a su hijo Jesús a una guardería. Iba a todos lados en su bicicleta color rosa.
Esa noche los vecinos no escucharon nada. Lo único que pudo decir Julia es que el martes vio la bicicleta tirada en el frente de la casa. "Eso me llamó la atención", comentó.
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