Siete meses: no a Bush en la Argentina
Un patrullero con las luces de las sirenas encendidas se acercó por el espejo retrovisor y rápidamente pasó por el carril rápido. Era un patrullero de la Policía Federal, y en el asiento de atrás iba sentado Ricardo Chacho Berrozpe, detenido por una escaramuza antiimperialista ocurrida siete meses atrás. Era la tarde gris del primer día del fin de semana largo por el día de la Bandera. El patrullero número 1250 de la Federal corría por la autopista que va a Mar del Plata a más de 150 kilómetros por hora; costaba seguirlo. Había buena luz, el pavimento estaba seco y el tránsito era tranquilo; el Siena que manejaba un oficial viejo enfundado en una campera abrigada de nylon con las insignias de la PFA y anteojos de ver de lejos, marchaba tranquilo en una recta de la autopista entre Chascomús y Lezama.
Nuestro coche siguió el patrullero sin alcanzarlo a lo largo de una legua: marchaba a 160 kilómetros clavados; apenas podíamos evitar que nos sacara mayor distancia. A más de 160 el auto empezaba a vibrar, por lo que esperamos a que algún accidente de la ruta –un pueblo o una zona de curvas- obligara al vigilante a aminorar la marcha. La conductora del fiat blanco no podía acortar la distancia pero tampoco se permitía pederla; lo corrimos cerca de una legua, hasta unos pocos kilómetros antes del poblado de Lezama, que se extiende a lo sumo mil metros a un costado de la ruta.
Después de permitir el paso a una camioneta nos pegamos a la patrulla, y pocos segundos después estábamos al costado de la ventanilla izquierda trasera, a un lado de Chacho. Simplemente nos quedamos ahí y con un puño cerrado dimos aliento al compañero detenido. «¡Fuerza Chacho! ¡Fuerza compañero!», gritamos aunque dudo que nos haya escuchado. Levantamos nuestros puños izquierdos cerrados con fuerza. Desde el patrullero el prisionero nos respondió con el mismo gesto; sonriente enarboló su dedo pulgar hacia arriba. Éramos parte del apoyo que estaba recibiendo desde el día anterior, cuando había declarado en los tribunales de Comodoro Py, en Capital Federal, con una movilización de organizaciones sociales y políticas en la puerta, mientras la Argentina ganaba su segundo partido de la copa del Mundo por seis a cero.
El sábado, primer día del feriado largo por el día de la bandera, una comisión de la Policía Federal lo trasladaba a Mar del Plata, al lugar de detención donde lo mantiuvieron privado de su libertad durante siete meses: desde una semana después de la manifestación de repudio a la presencia del genocida presidente norteamericano.
Una semana después de la IV Cumbre de las Américas Chacho Berrospe fue detenido acusado de fabricar explosivos peligrosos para la seguridad común y de incitar públicamente a la violencia colectiva. El encuentro de presidentes a la que habían asistido la totalidad de los jefes de estado de todo el continente americano -porque América es un continente, no el país de la bandera de las bandas rojas y blancas y las estrellas por estado-, había concentrado toda la atención política internacional en “La Feliz”, donde desde algunos días previos sus balnearios estaban custodiados por unos dos mil cuatrocientos efectivos del ejército, unos cuantos centenares de espías altos, de prolijos trajes negros y camisa blanca, anteojos oscuros y pelos cortos del FBI, y las dos eternas esculturas de los lobos marinos.
El único país ausente fue Cuba. Solamente el comandante Fidel Castro no fue invitado porque es el enemigo más odiado de la democracia norteamericana. Sin embargo hubo muchos cubanos que participaron de la Cumbre de los Pueblos. Toda la política: la de los grandes negocios y los presidentes en la zona prohibida para la gente; y la de los pueblos latinoamericanos en el resto de la ciudad. La tarde en que finalizaba la Cumbre de los presidentes y las corporaciones unas centenas de personas arremetieron contra las vallas que sitiaban el centro de la ciudad; que lo exclusivizaban para el presidente norteamericano, que es el único de todos capaz desatar tanto odio como para que una movilización de personas quiera tirarle bombas molotov o cascotazos. Varios centenares de efectivos de policías de la Bonaerense, vestidos con cascos, pecheras naranjas, rodilleras y coderas de plástico oscuro, y pertrechados con escudos y palos impedían que la manifestación se le acerque, los cientos manifestándose se las vieron con los bancos y empresas que representan el poder económico que él sostiene, y por quienes trabaja ese señor.
Los medios estuvieron presentes con sus buitres del ojo electrónico en cuyas imágenes el juez Alejandro Castellanos de Mar del Plata eligió a Berrozpe para iniciarle un proceso judicial. Para integrarlo a la lista de cerca de cinco mil militantes sociales sobre quienes pesa un proceso judicial. Sin azar de por medio, uno de los más reconocidos dirigentes sociales de esa ciudad, fue detenido una semana después de las escaramuzas.
Veintitrés días después de primer día del fin de semana largo por el día de la Bandera Chacho recuperó su libertad. Esta vez el viaje a Mar del Plata en otro patrullero de la policía Federal, en un día igual de frío pero con el sol asomando de cuando en cuando por entre los baches dejados por las nubes, tenía sabor distinto para el prisionero. Aunque sin poder escapar de la lista de los procesados, fue puesto en libertad, por un error en el procedimiento administrativo dispuesto por el juez marplatense. Los magistrados de Retiro fueron sinceros, jamás dijeron que no daba para perseguirlo políticamente. Pero no iban por eso a asumir los costos: había una movilización en la calle. Esa misma noche un juez de garantías de la Feliz firmó la orden y Chacho al fin pudo salir a la calle a abrazarse con sus compañeros.
La Plata.
10/07/2006
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