25 diciembre 2006

Un crimen pasional

A Lupín lo asesinaron apenas entrada la noche de un jueves de invierno cuando manejaba su camioneta por la avenida que corre paralela al vía en Carlos Tejedor. El hombre fue ultimado de un disparo en la sien, en un episodio de características pasionales, y en la madrugada siguiente el asesino, amante de su esposa, fue detenido.

El cuerpo de Abel Alfredo Martín, alias "Lupin", de 54 años, fue encontrado poco después de las 20 del jueves primero de junio dentro de una pick up Chevrolet que estaba estacionada en la avenida Carlos Tejedor entre las calles Aristóbulo del Valle y Belgrano.

El cuerpo del hombre, que se encontraba en el asiento del conductor y recostado sobre el del acompañante con una herida de bala en la sien izquierda, fue hallado por un vecino del lugar quien se acercó hasta la camioneta porque tenía las luces bajas encendidas, estaba en marcha y con el vidrio de la ventanilla delantera izquierda bajo.

Las investigaciones estuvieron a cargo de los efectivos de la seccional local, ubicada a unas cinco cuadras del lugar del crimen, donde nadie oyó ningún disparo en el silecio de la noche de ese pueblo que apenas supera los siete mil habitantes. Los primero indicios que obtuvieron señalaron como responsable a un sujeto luego identificado como Carlos Eloy Martínez, un jubilado de 62 años que mantenía una relación amorosa con la esposa de la víctima.

Una vez apresado y derivado a la seccional para brindar testimonio, Martínez reconoció ser el autor del homicidio. Según trascendidos, el hombre habría declarado ante la Policía que su intención era matar a Martín y luego suicidarse, cosa que no se animó a hacer.

Durante la detención del sospechoso, los uniformados secuestraron el auto Renault Clio del detenido, y dos armas de fuego, además de una franela que el homicida había manchado con sangre al limpiarse las salpicaduras causadas por el disparo a tan corta distancia.

Picaflor homicida

El incidente pasional que culminó con el asesinato de Abel Martín, un vecino de ese pueblo del oeste bonaerense, habría comenzado una semana antes cuando los familiares de la víctima descubrieron la relación amorosa que su esposa mantenía con un enfermero jubilado.

Los allegados de la víctima lo conocían como “Lupín”. En esa ciudad de 7 mil habitantes el empleado municipal, padre de dos hijas y abuelo de una niña, tardó más de lo que puede suponerse –el cornudo siempre se entera último, especifica el saber popular- en descubrir la infidelidad de la que estaba siendo víctima. No fue hasta que su curiosa nieta revisara los mensajes recibidos en el celular de su abuela y descubriera que mantenía un romance con otro hombre, que Abel se enteró de la traición.

Reaccionó como lo hace un hombre de la pampa: Martín tomó su escopeta y salió de su casa. “Ya van a saber quien soy yo”, dicen que amenazó. Sin embargo, después de haber estado ausente largo tiempo, volvió tarde y borracho con la escopeta aún cargada.

Pero el episodio tomó un giro inesperado. Algunos testigos del encuentro que mantuvieron el asesino y la víctima, aseguran que Martínez habría encerrado con su coche a Martín cuando circulaba con su camioneta por la calle Tejedor, obligándolo a detenerse. Una vez estacionado, el conductor del Clio ejecutó al marido de su amante, y a la mañana siguiente el cuerpo de Martín fue sepultado en el cementerio municipal.

Al hombre, con un agujero de bala en la sien, lo encontró un vecino que no oyó el disparo, pero si se sorprendió que la camioneta estuviera mal estacionada en la avenida que corre al lado de la vía, con las luces encendidas y su chofer en su interior.

A la madrugada siguiente y sin demasiados preámbulos Carlos Martínez, un enfermero jubilado, fue detenido por la Policía en su domicilio de la calle San Martín, a unos 20 metros de la intersección con calle Gobernador Gálvez.

Los efectivos y el comisario sabían que era una traición que había terminado mal; solo el cornudo no sabía lo que las viejas cuchicheaban en los almacenes y los hombres en el club, aunque nadie esperaba más que una pelea torpe entre barrigones.

La misma mañana que Abel Martín fue sepultado bajo el llanto culposo de una mujer, el enfermero confesó su crimen. A la tarde el fiscal llegó desde Trenque Lauquen para interrogar al presunto homicida; los vecinos le contaron que iba a hablar con “un petiso picaflor”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que lo parió que te informaron mal!! El asesino no se llama Martinez sino Carlos Viente...