02 febrero 2007

Atrapar al custodio

Luego de la desaparición de Jorge Julio López, los testigos de causas por violaciones a los derechos humanos cuentan con protección especial dispuesta por los gobiernos nacional y provincial: uno o dos policías los siguen a todas partes y las personas custodiadas, salvo situaciones especiales como el caso de Luis Geréz, continúan con su vida y trabajan, van a la panadería y a cobrar al banco.

Esta mañana, una de las principales testigos del caso Etchecolatz fue como todos los inicios de mes a cobrar su sueldo al Banco Provincia, con el policía bonaerense asignado a su custodia como su sombra siguiéndola de cerca. El oficial, un hombre morrudo, de pelo cortado al ras y tez morena, ingresó detrás de la mujer y aguardó en el hall del Banco, sin perderla de vista, mientras se completaba el trámite.

Los uniformados encargados de la custodia de la entidad bancaria, celosos de su rol, avistaron a un hombre que cumplía con todos los requisitos lombrosianos utilizados para las investigaciones callejeras: la piel morocha que lo hizo candidato a la "portación de cara" y, para completar el cuadro, deambulaba por las instalaciones del banco en "actitud sospechosa".Con esa presunción, se le fueron al humo.

Lo cachearon con gran despliegue y, por supuesto, le encontraron un arma, elemento que porta todo custodio que se precie. De nada sirvieron en ese momento las explicaciones del policía a sus pares porque el único elemento probatorio de su actividad encubierta era una hoja de papel impresa estampada con algunas firmas.

Media hora más tarde, y después de hacer sonar todos los teléfonos de los encargados de Protección al Testigo, los custodios del banco lo dejaron ir. Claro que el policía necesitó otra media hora para explicarle a su protegida las peripecias que tuvo que pasar por vigilarla mientras cobraba sus haberes.

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