04 julio 2008

Llevan tilde

Muy preocupado por aprender estaba cuando era un alumno en sus primeros años de escuela. En esas primeras cursadas en las que los maestros enseñan las letras a los niños siguiendo reglas estrictas, para él, dónde escribir el acento era motivo de elucubraciones incesantes. Largas horas frente a los apuntes anotados con letras redonditas (copiadas con los más denodados esfuerzos de la caligrafía de pizarrón de la maestra), en cuadernos de tapa dura.
Las agudas terminadas en ene, ese o vocal: llevan. Las graves que NO terminan en ene, ese o vocal: también llevan. Las esdrújulas: llevan todas.
Ah, los diptongos. Malditos tramposos.
Pero el pibe, aplicado al fin y al cabo, se aprendió todas y cada una de las reglas. Las incorporó muy bien, a puro esfuerzo y concentración.
Hacia el fin de año levantó la cabeza de sus apuntes y, desde uno de los cotizados pupitres del fondo del aula, le comunicó a su maestra que escribía en el pizarrón y marcaba los acentos con tizazos que parecían gruesos rebotes de balas: “ya se cuál lleva acento y cual no”.
A la maestra no le importó mucho. Sonrió, dijo “muy bien” a la pasada. Y siguió con la clase.
El que si le contestó fue un compañero. Uno repitente. Uno de los que se sentaban contra la ventana, bien al fondo, y escuchaban con aburrimiento las mismas cosas que el año anterior: “Todas tienen acento, maestro. Lo que llevan o no, es tilde”.
Lapidario.

Lo anterior surgió a propósito del siguiente texto que Miguel Russo publicó en el diario Diagonales:


¿Y el acento?

En la vida cotidiana, así, a simple vista, parece una porquería, una manchita intrascendente, una cagadita de pájaro sobre una vocal, cosa de nada. En el teclado de la computadora nueva hay que andar adivinando en cuál de las teclas raras (esas que tienen signitos estrafalarios como techitos o corchetes o guiones para abajo de donde van los guiones) se pueden hacer presentes. En el colegio, siempre es motivo de discordia: por si está o por si no está. Los profesores y los maestros insisten con eso de que a veces se pone y que a veces no se pone pero, dicen haciendo así con el dedito, suena igual. Igual, ¿entendió, alumno?
También dicen algunos que, cuando se escribe enfatizando, todo en mayúsculas, no se ponen. Que se dan por sobreentendidos, dicen. Pero en un país que desconoce los sobreentendidos (y que además es propenso a hablar enfatizando, con mayúsculas), la cuestión se complica. Por ejemplo, en el insólito cartelito con el que varios colectiveros visten la parte posterior del colectivo (esa culata que es como una pared inmensa contra la cual se derrumban los sueños y los frentes de los automovilistas). Hay uno, fundamentalmente, redondito, fondo blanco, letras negras (mayúsuculas, claro), que anuncia SI TOMO ALCOHOL NO CONDUZCA. Es decir, el automovilista de atrás ve el cartel, no ve el acento y traduce a la minúscula: Si tomo alcohol no conduzca. La palabra “tomo”, piensa el tipo, un poco nervioso, responde a la primera persona del singular yo. Y “yo” es el colectivero. Ergo (y a esta altura, los nervios se le transforman en terror): si el chofer se mama, mejor no salgo a la calle.
Sigue pensando (aterrorizado) el tipo: Si leo CIRCULE POR LA DERECHA, ¿quiere decir que alguien olvidó el acento y hay uno que ya pasó por ahí, diciendo Circulé por la derecha? Se hace un nudo el tipo. Tiembla todavía al bajar del auto, que dejó tirado en cualquier lado.
Un desastre los acentos. Pa’ quilombo.

1 comentario:

Laura Lago dijo...

Excelente el primer relato de esta entrada. Muy muy bueno. Impecable.
Gracias.

Laura.