30 octubre 2008

Al final, me tapó la boca

Los flacos se cruzaron en la puerta del Coliseo Podestá. A su alrededor, una multitud de chicas (y otras no tanto) esperaban la salida del galán de telenovelas para robarle un beso, una foto, un autógrafo o una mirada. Los dos tipos estaba acostumbrados a encontrarse así, casualmente, pero en otro ámbito completamente diferente: la entrada o la salida de la cancha.
Si se encontraban antes del partido, lo miraban juntos en la tribuna. Si se encontraban después, compartían los insultos que habían proferido al referí, los jueces de línea, los jugadores contrarios o la tribuna visitante.
Pero el viernes se vieron en el teatro, los dos saliendo de la mano de sus respectivas mujeres, abandonando la sala donde terminaba de estrenarse la obra de teatro Pilowman en la ciudad.
Un poco desconcertados -para qué negarlo-, se acercaron a saludarse.
-¿Viniste a ver la obra?- preguntó Andrés, tímidamente, casi al borde de la vergüenza.
-Sí, estuvo buena. ¿Vos salís de ahí también?- dijo Pedro.
Andrés dudó un segundo. Probablemente recordó los encuentros con ese viejo conocido en la puerta del Estadio Único, en las puteadas guturales gritadas desde los escalones de cemento. Posiblemente pensó que no era lógico encontrarse con un compañero de cancha y no compartir la opinión por una jugada polémica, un gol errado, una amonestación o un siga siga imperdonable.
Pero su duda transitaba otros carriles. Y al final largó:
-Sí, vine a la obra- dijo con una rara mezcla de angustia y enojo. -Pensé que era una mariconada bárbara venir a verlo a Pablo Echarri, pero igual vine.
Pedro y las dos mujeres rompieron en carcajadas. Mientras, Andrés ensayaba una autocrítica:
-Y al final, me tapó la boca- dijo -porque la verdad que Echarri, hoy garpó.
La concentración de mujeres revoloteando alrededor de las salidas del Coliseo Podestá los sacó de ahí. Caminaron hasta la esquina en busca del auto -como a la salida de la cancha- que habían estacionado, más o menos, para el mismo lado.
La caminata fue más bien silenciosa. No había quejas ni jugadas para discutir. Y enseguida se pusieron de acuerdo en que la obra de teatro les había parecido muy buena.

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