08 mayo 2010

Inmigrantes. Día 2

Sepultaron a la mujer y su hijo asesinado

Velaban al hombre. La pareja hacía cuatro años que había emigrado de Paraguay


Felix Cáceres le rezaba ayer a la cruz, como indican las costumbres en Paraguay: el primer día, el de la inhumación, se le reza al madero; el segundo día, al fallecido. Tiene oraciones para dos. Al mediodía, junto a sus familiares y amigos, sepultaron en el cementerio Municipal de La Plata a Lorena Gabriela Cáceres (24) y a su hijo Josué Jesús Meza (3), asesinados por el esposo de la mujer y padre del nene, Roni Meza Rodríguez (34), que después se suicidó. Madre e hijo fueron inhumados uno junto al otro, como los encontraron sin vida en la cama de la casa de Villa Alba, en Villa Elvira. A Meza anoche lo velaba su familia y hoy lo sepultarán.

Lorena y Jesús fueron velados en la casa de Cáceres, en 92, entre 127 y 128, en el barrio El Carmen de Berisso, desde la noche del martes hasta el mediodía de ayer, cuando los restos fueron trasladados al camposanto platense, acompañados por su padre, su madre Graciela que viajó de improvisto desde Paraguay y llegó apenas una hora antes, familiares, amigos y vecinos.

A Roni Meza Rodríguez comenzaron a despedirlo a las 21 de anoche en la capilla del cementerio Municipal. Su madre, María Sixta Rodríguez y su hermana Ana, velaron los restos junto a familiares y amigos. A las 10 de hoy lo sepultarían.


INMIGRANTE. Lorena había vivido en la casa donde la velaron los últimos dos meses, desde que estaba separada de Meza. Allí había vivido también hace siete años, cuando viajó por primera vez desde Capiatá, su ciudad natal ubicada a 20 kilómetros de Asunción, para buscar a su padre. Tenía cinco años cuando su papá viajó a Argentina luego de separarse de su mamá. Y quería verlo.

Encontró a Cáceres en Berisso. Y, tras vivir un tiempo en esa casa de El Carmen, volvió a la ciudad donde se había criado.

En Capiatá conoció a Meza. Y hace cuatro años, con su pareja y embarazada de Jesús, volvió a emigrar. El primer destino fue Formosa, donde vivían sus suegros. Allí nació su hijo.

Cuando llegó a La Plata, Jesús tenía apenas unos meses. Pero la nueva ciudad era un buen lugar para criar un hijo: “Allá la plata está más o menos parecida, pero para los chicos acá hay leche y cosas que allá no se consiguen. También hay más trabajo, pero por la salud en los hospitales y las salitas, por los chicos. Es mejor”, explicó Cáceres, que hace 18 años que emigró.

Primero la pareja alquiló, luego vivió con el padre de Lorena, y hace dos años compraron la casa de 611 entre 126 y 127, donde el jueves fueron hallados muertos.

Cáceres contó que a Lorena le faltaba un año para recibirse de contadora pública en Paraguay. “Ella quería terminar. Y él le decía que iba a poder estudiar otra vez”, recordó.


ARAÑAZOS. El martes pasado Meza retiró del jardín a su hijo Jesús antes de que llegue la madre y se lo llevó a su casa. Tenía derecho a hacerlo y le avisó al abuelo del nene que le avisara a Lorena que luego lo fuera a buscar. Cáceres sospecha que lo que quería el hombre era que la mujer fuera a la casa de Villa Alba, la que había abandonado para irse a vivir con su papá.

Poco después de las 2, cuando salió de su trabajo como empleada doméstica en una casa de Barrio Jardín, Lorena volvió a lo de su padre, montó en la bicicleta y fue a buscar a su hijo.

A las 19 Cáceres estaba en lo de su hermana cuando vio a Meza y a su nieto en la calle. Lo llamaba desde su moto. “‘Lorena me arañó todo y se fue, pero se olvidó el celular’, me dijo”, contó. El hombre tenía marcas en la cara.

Esa misma noche, a las 21.30, Meza lo llamó por teléfono, le dijo que la mujer había vuelto y que se quedaba a dormir. Cáceres pensó que la relación del hombre con su hija podía renacer.

Pero ayer creía que esas marcas en la cara se las había hecho su hija defendiéndose mientras el hombre la ahorcaba. Esa misma noche, asfixió con una almohada a su hijo, escribió una carta y se suicidó.

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