13 junio 2010

Hijos La Plata, a fondo

Nacieron en su lucha y festejan quince años
Escraches, política y organización de una agrupación que rompió los moldes de DD.HH.

Matías, Ramón y Lucía (Foto: Jaime Ávila)
Cuando León Gieco cerró el homenaje a los desaparecidos de la facultad de Humanidades de La Plata y llamó al escenario a los hijos de los desaparecidos, cuarenta jóvenes respondieron a esa invitación. Fue a principios de 1995 y el cantante -y todos los asistentes al acto- se sorprendieron. Es que, en realidad, había convocado a un grupito de ocho que se habían juntado en el marco de la organización del recordatorio y con quienes había conversado antes de su show. Pero los descendientes de las víctimas de la dictadura que habían asistido por su cuenta, llamados por su historia, se sintieron identificados en la invitación. En ese escenario montado frente a las escalinatas del Rectorado de la UNLP nació la agrupación HIJOS en la ciudad. Fue el 20 de abril de 1995. Y ayer, apenas un mes más tarde, festejaron los 15 años con una fiesta.
Los HIJOS surgieron en 1995 en todo el país, y junto con las regionales Capital Federal, Córdoba y Rosario -precisamente en esos lugares donde la represión fue más sangrienta- la de La Plata se constituyó en uno de los agrupamientos con más integrantes. Nacieron en el apogeo del menemismo y produjeron un tembladeral en la sociedad: eran los hijos de los asesinados y los desaparecidos por los militares de la dictadura de 1976-1983 que interpelaban preguntando por sus padres.
La irrupción también sacudió a los organismos de derechos humanos que hacía mucho pedían justicia y aparición con vida. Es que esos chicos que tenían entre 16 y 30 años comenzaron a reivindicar a sus padres por su militancia, por haber muerto por buscar un mundo mejor, por apuntar a la médula de la teoría de los dos demonios que todavía estaba vigente y ratificada por los indultos de 1991.
Quince años después de esa gesta, Diagonales charló con tres de esos jóvenes que cuando León llamó a los hijos de los desaparecidos, caminaron hacia el escenario sin dudar que la convocatoria era para ellos.

NACIMIENTO. "Cuando León dijo: 'suban los hijos de los desaparecidos', estaba llamando a un grupo de ocho que se había formado poco antes. Pero nos subimos cuarenta, porque nosotros estábamos todos dando vueltas por ahí, escuchando el recital y participando del homenaje. Y ahí dijimos: 'bueno, ¿qué pasó? Hagamos algo'. E hicimos los HIJOS de desaparecidos", recuerda Ramón Baibiene (34), hijo de Arturo Baibiene, asesinado en su casa de Berisso el 26 de abril de 1977, y de Elba Ramírez Abella, desaparecida desde ese día. El matrimonio militaba en Montoneros, en el barrio Los Talas. Ramón y su hermana Leticia fueron entregados a su familia por la Policía tres días después.
"El homenaje a los desaparecidos de Humanidades fue el disparador de una serie de homenajes", explica Matías Moreno (34), hijo de Carlos Alberto Moreno, abogado laboralista detenido desaparecido en Olavarría el 29 de abril de 1977 y luego asesinado en Tandil por defender trabajadores de la cementera Loma Negra.
"También influyó el momento del país: (el militar Adolfo) Scilingo llevado a España por el juez Baltazar Garzón, la entrevista de (Emilio Eduardo) Massera con Mariano Grondona donde reivindicó la dictadura. Después de los indultos había una sensación de que con la hegemonía del pensamiento político, económico y cultural del neoliberalismo, y aunque los organismos desde siempre pedían juicio y castigo, había poco lugar en la sociedad para ese reclamo. Pero en el '95, con esos nuevos hechos, vuelven a tener vigencia", justifica Matías.
La aparición de los HIJOS en la escena política sumó a la juventud organizada a los reclamos de derechos humanos en La Plata y el país. Ramón y Matías intentaban recordar el año en que habían alquilado una casa en 42 entre 13 y 14, para marcar un ejemplo de organización asamblearia y autofinanciada de la agrupación (vendieron bonos, hicieron fiestas y juntaron billete por billete hasta alcanzar el dinero para pagar el alquiler de un caserón en pleno centro de la ciudad para poder reunirse). Estaban en eso cuando Lucía García, la "hija" de la entrevista, entró al bar Tulio y se acercó a la mesa pegada a la ventana de calle 49.
Lucía (34) es hija de Gustavo García, militante de Montoneros, detenido desaparecido el 14 de octubre de 1976, y de Matilde Itzigsohn, militante de la misma organización y empleada de Astilleros Río Santiago, detenida desaparecida el 16 de marzo de 1977. Después de saludar a todos, pregunta: "¿En que están?".
"En la casa de Hijos", responde alguno de los dos "hijos" de la mesa. "Ah, eso fue en el '95. Creo que en octubre", dice ella.

DIÁLOGO CON LA SOCIEDAD. "¿Cómo creen ustedes que influyó HIJOS en la sociedad?", pregunta el periodista y los dos hombres dejan hablar a la recién llegada: "Creo que instalamos en nuestra generación y en la sociedad, de una forma más cercana, la historia de la dictadura. Y creo que la gente que creció cerca nuestro esa es una historia que tiene incorporada".
"Capaz que en ese momento no nos dábamos cuenta, pero como que se estaba callando todo. Y la nuestra fue una voz que le dio fuerza. La teoría de los dos demonios en ese momento estaba instalada a full", ratifica Ramón.
Matías: –Sí, era el apogeo del neoliberalismo, como te dije antes: Massera reivindicando la dictadura y Scilingo preso en España…
Lucía: –Claro, aparece la instancia de que puede haber Justicia.
Matías: -Sí, pero afuera del país.
Ramón: –También el hecho de que reivindicábamos la lucha de nuestros viejos le puso nombre y apellido a los desaparecidos, cuando los organismos pedían por todos los desaparecidos, como una sola cosa. Eso fue importante.
Matías: –Había una frase que decía Gieco que era: "a las Madres les decían que no se habían preocupado por sus hijos, a las Abuelas que no se habían preocupado por los padres de sus nietos; y a los hijos ¿qué les van a decir, que no se preocuparon por sus padres?" Y la sangre te da legitimidad en este país para pedir Justicia. No se de dónde viene, pero te da legitimidad. Y un compañero de militancia (de un desaparecido) tenía menos legitimidad que un familiar".
Lucía: –También porque todo lo que no estaba resuelto con los '70, que todavía hoy no se termina de resolver, se lo cargaba a ellos (los sobrevivientes de la dictadura). También sumado a esa cuestión de la culpa del sobreviviente que fue muy complicado.
Ramón: –Hoy hay un abismo con todo eso. Contamos con la posibilidad de que la justicia, en un marco institucional, los declare culpables y responsables. Que el Estado se haga cargo es inconmensurable y en aquella época no pensábamos que fuera a pasar ni en pedo.

LEGADOS. La idea del escrache, sostenida por una contundente frase que resumía la injusticia: "Que el país sea su cárcel", fue, quizá, el mayor aporte de HIJOS a la política de derechos humanos. Con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final en plena vigencia y los indultos de Menem ya sancionados, la única posibilidad de justicia que se vislumbraba en 1995 eran los juicios a los represores argentinos realizados en Europa. Fue, precisamente, la carencia de justicia lo que dio paso a la condena social materializada en los escraches.
–¿Cuáles fueron los aportes de HIJOS?
Matías: –El aporte novedoso que hacen los HIJOS es, sin duda, el escrache.
Ramón: –Sí, y la obra de teatro que hacíamos, que se llamaba Blablabla, también fue importante: nos abrió la puerta para poder comunicar con otro lenguaje. Cerrábamos la obra diciendo: "El país va a ser su cárcel". Ni nos imaginábamos que los tipos iban a ir presos. Y de ahí nacen los escraches, ante la imposibilidad de la condena efectiva, se hacía una condena social. La obra terminaba así, rodeando al milico con palos, con la condena social.
Matías: –También íbamos a las escuelas y los pibes no sabían qué había pasado en la dictadura.
Ramón: –Las charlas en los colegios secundarios eran muy buenas.
–¿Qué significan 15 años de la agrupación?
Matías: –Habría que hacer la salvedad de que ninguno de los que fundamos HIJOS está hoy en la agrupación.
Lucía: –Yo creo que fuimos parte de un proceso histórico del que hoy podemos sacar conclusiones y aplicarlas, porque todavía somos jóvenes. Creo que en alguna medida somos impulsores de lo que está pasando. Creo que los juicios sean política de Estado es por algo que hicimos. Y yo me siento identificada con HIJOS, porque es muy intenso y muy estructurante en mi vida.
Ramón: –Yo hoy siento una lejanía.
Lucía: –Con los chicos que están activando hoy en la agrupación, sí siento una lejanía, pero con los que lo formamos me siento hermanada.
Matías: –Yo creo que lo que no cambió es la identidad de ser hijo de desaparecido. Hace quince años se dio un hecho que, más tarde o más temprano, iba a pasar: que apareciera en la escena pública la opinión de los hijos de los perseguidos en la dictadura. Fue una etapa de mucho aprendizaje. Pero era un contexto distinto.
Ramón: –Pero no teníamos ninguna experiencia. Aunque algunos tuvieran militancia en otro lado, en el colegio o la facultad, HIJOS fue algo muy novedoso.
Matías: –Además, lo novedoso de la organización: el estado asambleario permanente que tenía la dificultad de que la única condición que nos juntaba era ser hijos de desaparecidos.


En el terreno de la memoria
Por Santiago Cueto Rúa*

El surgimiento de la agrupación HIJOS La Plata, entre fines de 1994 y mediados del año siguiente, tiene un antecedente: el Taller de la Amistad. Espacio de contención del que participaron varios hijos de desaparecidos y presos políticos que había sido creado por las redes de familiares de víctimas del terrorismo de Estado a fines de los setenta y los ochenta.
Los HIJOS se incorporan al movimiento de derechos humanos, hacen su aparición en el espacio público y se transforman velozmente en portadores de una doble herencia: por un lado, la que proviene de sus padres cuya militancia comienza a ser revalorizada por algunos sectores de la sociedad; por el otro, aquella que proviene de la alta legitimidad que supieron ganarse, con su enfrentamiento al poder militar, los organismos de familiares de desaparecidos: especialmente Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
La aparición de este nuevo organismo realiza su aporte para la reemergencia de discusiones sobre el terror estatal que en los años anteriores parecían haber sido sepultadas por una sociedad resignada a las leyes de impunidad y los indultos. Los HIJOS continúan la lucha de Madres, Abuelas, Familiares y otros organismos, pero a la su vez incorporan nuevos métodos, consignas y objetivos.
En el terreno de la memoria, HIJOS La Plata se caracterizó por recuperar no sólo el carácter de víctimas de sus padres, sino también sus trayectorias como militantes revolucionarios. En ese contexto reivindicaron la lucha de sus padres, discurso no carente de tensiones puesto que la memoria de los organismos preexistentes había desplazado el carácter político de las víctimas para acentuar su rasgo humanitario como modo de resaltar el terror estatal y discutir con la teoría de los dos demonios.
En cuanto a la demanda de justicia, nos encontramos con los escraches: la práctica que terminó de instalar a HIJOS en el espacio público. Se trata de marcar la casa de los represores impunes con una marcha festiva, murgas, huevos con pintura roja y en ocasiones algunos destrozos sobre la vivienda del escrachado. Esta práctica supone, por un lado, una descarga visceral frente a tantos años de dolor e impunidad; y por el otro, mostrarle al barrio quién es su vecino y lograr una condena moral que sea el paso previo a una condena legal. ¿Cuánto mérito les corresponde a los escraches en la reapertura de las causas judiciales a los represores?

*Sociólogo - Docente de la Facultad
de Humanidades y Ciencias de la
Educación (UNLP) - Becario del CONICET

No hay comentarios.: