Laura y Verónica Bogliano sepultarán a sus padres secuestrados por la dictadura
Laura y Verónica Bogliano, y sus padres María Susana y Adrián Claudio |
Adrián Claudio Bogliano y María Susana Leiva pasaron más de tres décadas secuestrados por la dictadura militar genocida de 1976-1983: se los llevaron de su casa de Villa Elisa, fueron detenidos desaparecidos en un centro clandestino de detención, los fusilaron y los sepultaron en fosas NN en el Cementerio de La Plata. Pero el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) identificó sus ADNs y puso fin al secuestro de más de treinta años. Y la justicia entregará pasado mañana los restos a sus dos hijas, Laura y Verónica Bogliano, quienes los sepultarán en el Cementerio Parque de la Gloria, ante la duda de poder elaborar un duelo definitivo y la certeza de saber qué fue lo que les pasó.
"Fueron 33 años que estuvieron desaparecidos, y nosotras los esperamos. Están muertos, pero al menos sabemos qué les pasó. Antes las posibilidades eran infinitas", explicaron las hermanas en la mesa de su casa de Villa Elisa, emplazada en el mismo lugar de donde fueron secuestrados, el 12 de agosto de 1977, su papá y su mamá.
"Lo más fuerte es la angustia de no saber. La incertidumbre es muy jodida", resaltó Laura, la mayor de las hermanas, que recibió junto a Verónica a Diagonales antes de sepultar los restos de Adrián y Susana.
Las mujeres recuperarán los restos de sus padres el miércoles, cuando la Justicia haga la entrega formal a las 11 en la Cámara Federal, en el primer piso del edificio de 8 y 50. Es que aunque se trata de un episodio individual, también lo es político, y las hermanas planean hablar ante los representantes de organismos de derechos humanos que las acompañen y sus amigos y familiares.
Lo político no es ajeno para ellas y por eso sus tonos es sensible y claro. Verónica es abogada, trabaja en la Comisión por la Memoria y actuó como querellante en los juicios en los que la Justicia Federal platense condenó a perpetua por genocidio al ex comisario Miguel Osvaldo Etchecolatz y al cura Christian Von Wernich. Laura, es militante de ATE y fue candidata a intendente en 2007 por Proyecto Sur, espacio al que perteneció "hasta la 125 (la resolución sobre retenciones a las exportaciones de granos); hay cosas que no se negocian", explicó.
"Es político recuperar los cuerpos, porque significa recuperar dos compañeros. Somos militantes y nuestros viejos son nuestros compañeros", afirmó Laura.
Ese mismo día sepultarán los restos. "En principio nos surgió la duda de dónde enterrarlos. Y bueno, como los milicos los enterraron en el Cementerio de la Plata, nosotros los sepultamos en otro lado: en el Cementerio Parque de la Gloria", recordó Verónica.
AUSENCIAS. "Los secuestraron de acá, de esta casa", explicó Verónica, aunque aclaró que de ese antiguo hogar no quedó nada, porque el grupo de tareas lo vació de personas y bienes: "se llevaron todo, hasta el inodoro y los marcos de las puertas", contó.
"Fue el 12 de agosto del ´77 -sigue Laura-. Mi vieja estaba con nosotras haciendo las empanadas para el cumpleaños de Vero, que cumplía dos años al día siguiente y llegó la patota. Esperaron a mi viejo y nos llevaron a todos. Acá estaba viviendo Dora, una compañera de mis viejos, y su pareja, el Vasco, la venía a visitar. A ellos también se los llevaron con nosotros".
Laura y Verónica fueron entregadas en City Bell a su abuela materna, la Guagüe, que las crió y murió un año antes de que el EAAF identificara los restos de su hija. La abuela paterna también murió con su hijo y su nuera aún desaparecidos.
Adrián Bogliano y Susana Leiva eran analistas de sistemas. "Mi vieja laburaba en la Marina, en el sistema de informaciones", contó Verónica. Laura completa: "Mi viejo laburaba en Anses, que antes se llamaba Cuped, centro de procesamiento de datos". Hoy en esa dependencia una agrupación de ATE lleva el nombre de Adrián Bogliano. Cuando lo secuestraron era delegado de ese gremio.
La desaparición no tiene explicación. Pero hace poco "un amigo de mi viejo nos confirmó que él era de Montoneros. De mi vieja no sabemos", contó la hermana menor y recordó que su tío, Jorge Bogliano, era de esa organización y está desaparecido.
LA IDENTIFICACIÓN. Todo comenzó en octubre de 2006. "Un día yo estaba trabajando en el archivo (de la Comisión por la Memoria) y llega Patricia Bojorge que me cuenta que Alejandro Incháurregui le había dicho que había ocho cuerpos NN en el Cementerio y que ella había pedido que los exhumen. Habían sido enterrados el 23 de septiembre y su hermana había estado en La Cacha, y yo le dije que también podría estar mi viejo. Y fuimos al EAAF a sacarnos sangre", relató Verónica.
Y siguió: "En realidad sabíamos que mi papá había estado en ese centro clandestino porque lo habían visto sobrevivientes, pero de mi mamá no sabíamos. Eso se confirmó ahora".
Hace dos años, en mayo de 2008, el EAAF identificó los restos de Susana Leiva. Su ADN coincidía con el de sus hijas, Laura y Verónica. "Pero había un cuerpo que estaba sepultado debajo de un pino, y el ácido que largan los pinos le había destruido el ADN. Él era mi papá", recordó Laura.
"Por eso tardamos tanto, porque no podían identificarlo y no podían confirmar que fuera él, pero tampoco negarlo. Así que nos pidieron más datos genéticos, de tías, primos… Y el año pasado dijimos: 'ya está' enterremos a mamá. Y me encontré con Inés Sánchez del EAAF y me dijo que al final lo habían identificado", resumió Verónica.
EL DUELO. Pasado mañana comienza una nueva etapa para Laura y Verónica, con nuevos interrogantes y certezas. Es que recuperaron los restos, no a sus padres. "No los tenemos, pero tenemos la certeza de qué fue lo que les pasó", explicaron.
Verónica cree que "el duelo no se termina porque no tuvimos la posibilidad de conocerlos". Laura duda: "Hay que ver que va a pasar de ahora en adelante. Porque el tema es la angustia de no saber qué les había pasado".
"Es terrible la perversidad de que los hayan secuestrado durante tanto tiempo, durante 33 años, y estando muertos", reflexionó Verónica, y su hermana apunta: "Haberlos identificado es un revancha contra los milicos; es una victoria".
De todas formas la victoria ya estaba asegurada. Laura recibirá los restos de sus padres embarazada de casi 9 meses y Verónica se enteró del embarazo de Pedro, su hijo de un año y medio, en el mismo mes en que identificaron a su mamá.
"Es como doblar la apuesta. Significa que todo sigue, que va a ser distinto", pensaban en voz alta las hermanas el sábado, mientras atardecía en Villa Elisa.
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